viernes, 18 de abril de 2014


La obra de Bladimir Castillo, enmarcada en “El Principio de la Existencia” es una aproximación a la exégesis del estudio de textos antiguos como la Torah, entre otros, que tratan temas profundos como los que plantea el artista en esta serie de trabajos plásticos, que se inspiran en el principio de la existencia.
Estas obras han sido realizadas desde la década de los noventa y hasta la actualidad, pues ellas encarnan años de lectura, investigación, estudios y experiencias transcurridas durante este tiempo, en el cual ha ido madurando ideas, creando y depurando un lenguaje plástico, teniendo como lev motiv desvelar una visión e ilustrar parte de la esencia con la cual ha sido creado el ser humano, esencia misma de la nada, y así mostrar el vacío que se encuentra presente en todo, enfocando estas premisas en la obra,  plantea entre diversos aspectos, el cómo pudo haber sido la creación. En este sentido, la disertación, la práctica, y las experiencias que ha tenido de cada uno de los aspectos estudiados en estos textos, le ha permitido poder indagar plásticamente en dichas nociones filosóficas. Pretendiendo con esto revelar y descubrir imágenes  del mundo esotérico latentes en cada ser humano, desde el inicio de la existencia,  que son llevados al lienzo del creador, por una necesidad recurrente, manifiesta en la búsqueda incesante del origen y en los intentos por comprender y compartir la evolución del individuo a través del arte. 
La obra plasmada transita el recorrido conceptual de ciertos términos y nociones filosóficas sacados  de la interpretación de textos de diferentes culturas antiguas, tomando de ellos aspectos interesantes a desarrollar en las obras, como son el principio y el fin, el alfa y el omega, la creación, Tifereth, Nous, y el Gólgota, éstas definiciones  adquieren caracterización plástica al ser interpretadas y pintadas con formas, contornos, líneas y colores, recurriendo además al grafismo en algunas de ellas, haciendo uso de palabras escritas en hebreo y español, las cuales permiten acentuar y hacer énfasis en la expresión de significados importantes. Así mismo esta connotación conceptual que poseen las obras pertenecientes a esta serie, atesoran una atmósfera de invitación al conocimiento y a la revelación de lo desconocido, hasta podría considerarse como el encuentro con lo incomprensible, o de lo que quizás no hace falta intelectualizar, sino más bien que se establezca la conexión de reencuentro con lo conocido, y esto último es lo que llena de carácter, interés y pasión a los lienzos,  convirtiéndose así, en una especie de remembranza de aquello que siempre se ha buscado y se ha atesorado, eso que sabemos que estaba en algún lugar y ese lugar no es más que dentro de cada ser humano, es decir hacer conexión con ello hallando y observando estas obras.
Es por esta razón que en las obras “El Principio de la Existencia”  de José Bladimir Castillo, se representa la imagen del árbol de la vida y los sefirort, como el camino espiritual recorrido por el hombre, para demostrar los niveles por los cuales hay que transitar, para acceder así a la luz incandescente de la sabiduría espiritual.  De esta manera, incorpora en esta serie ciertos símbolos arquetípicos que han estado presentes a lo largo de los siglos en la memoria visual de algunas culturas de la antigüedad y hasta en nuestros días. Entre ellos podemos mencionar  los portales, como las grandes puertas que representan el paso de un umbral hacia otros mundos, que se dividen cual fractales, en sub-mundos a través de más portales o imágenes de los mismos, representando otros niveles de conciencia cada vez más plena, a medida que se avanza en ese camino.
Lo manifestado y lo inmanifestado, son también dos conceptos trabajados en las obras que ha desarrollado este creador, que plantean lo tangible e intangible del origen de los tiempos, muestran lo frágil y contunde de la creación, que lleva en su seno el fenómeno de lo contradictorio y de lo complementario de los opuestos, mostrando con ello que “sólo aquel que está en la oscuridad puede ver la luz”  citando al artista.

 Los elementos plásticos utilizados, como las líneas valorizadas, las luces y las sombras, son tratados con sobriedad y sencillez, destacándose en primer lugar los aspectos conceptuales sobre los formales plásticos.  Los conceptos aquí desarrollados sobrepasan lo meramente intelectual, para trascender las esferas de lo espiritual, entendiéndose como la luz que está  presente en la esencia de todas las cosas y de todos los seres. La Corona representada en el cerebro, el Trono simbolizado con la silla, y la Pituitaria plasmado en la manzana, son también simbolizados en la figura humana,  entre otros de los  planteamientos elaborados por José Bladimir Castillo para invitarnos a interactuar con una obra en la cual el espectador completa, interpreta y  establece el encuentro consigo mismo y con la creación que  nos dio origen.

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